Hablar descuidadamente cuesta vidas

Leyendo un artículo de una productora de cine colombiana cuyo padre fue asesinado, hecho lamentable que la inspiró para hacer una película, llamó mi atención cuando en una parte de la narración expresó su dolor de la siguiente manera: “me impresionaba mucho que, siendo hija del amor, de la buena educación y de principios del respeto por la vida, sentí una ira tan profunda que me podía llevar a ser violenta; aún podría matar, a no ser por algunas herramientas de contención”.  Esta frase deja en evidencia el poder de nuestra naturaleza caída para hacer el mal.

El título de este artículo fue una expresión muy usada por los espías infiltrados en Gran Bretaña durante los tiempos de guerra. En aquellos días hablar era muy peligroso, porque si había el mínimo descuido en sus palabras, les podía costar la vida.  He meditado en mis propias palabras y hasta dónde he llegado. Mi lengua ha sido usada como instrumento de bendición para mis hijos, mi esposo y mis hermanos en la fe. Pero, en momentos de rabia no ha sido así. Recordé un día doloroso para mí al escuchar a mi hija   diciendo: “Mami no quiero ser como tú; es que tiendo a ser igual y puedo hacer uso de la crueldad con los demás en momentos de enojo.” Yo me quedé sorprendida y sin palabras al escuchar estas expresiones de alguien a quien amo con todo mi corazón, y que ha tenido que sufrir la crudeza de mis palabras pecaminosas. Y sí:  haciendo memoria me di cuenta de que mi mejor mecanismo de defensa cuando estoy enojada es la ironía (la Biblia le llama pecado).   La Escritura no se cansa de hablarnos de la lengua y del riesgo que corren otros y nosotros cuando no sabemos controlarla. Hay un texto en Proverbios 12:18 que dice: “hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada, mas la lengua de los sabios es medicina.”

¿Cómo tener lengua de sabio?

En Isaías 50:4 encontramos al profeta afirmando: “Jehová el Señor me ha dado lengua de sabio”. Es muy claro en el texto que la lengua de sabio no proviene de ninguna fuente humana sino del Señor nuestro Dios. Así que, en primer lugar, necesitamos rendir nuestras vidas al Señor y suplicarle que ponga en nosotras lengua de sabio. En segundo lugar, contamos con el poder del Espíritu Santo quien habita en nosotras y desarrolla su fruto de dominio propio en nuestra lengua (Gálatas 5:23).

¡No descuides tus palabras para que en lugar de que en algunas ocasiones maten, más bien sean generadoras de vida! Si tu lengua está siendo un instrumento de muerte, arrepiéntete, y pídele al Señor que ponga en tu lengua palabras de vida que provienen de un corazón gobernado por Cristo.

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