Vivimos en un mundo donde abunda la tecnología, donde estamos constantemente bombardeados por publicidad acerca de cambiar tu apariencia, cambiar tus hábitos alimenticios y hasta cómo ser mejores personas. Vivimos en un mundo donde el trabajo nos absorbe las 24 horas del día, los niños nos necesitan todo el tiempo y el esposo llega cansado y sólo quiere meterse temprano en la cama.
Sin embargo, no nos damos cuenta de que hay alguien que nos observa todos los días, nos cuida, nos ama. Ese es nuestro Dios. Reconozco que a veces ésta es mi lucha: continuamente me dejo absorber tanto por los problemas del día a día, que se me olvida hablar con Dios. Se me olvida que él me ama, me consuela y me cuida; se me olvida que todo lo que tengo: mi esposo, mis hijos, mi trabajo, mi casa, es gracias a su misericordia.
Algunas veces me despierto en la mañana con ganas de hacer mi devocional, y de pronto escucho una voz que me dice “¡Mamá!”, así que mi instinto de mamá me lleva a ocuparme primero de mis hijos, pero luego se me olvida lo más importante: para empezar el día debo pasar tiempo con el Señor y reconocer su presencia, su amor y su señorío en mi vida.
Jeremías 29:13, dice “me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón”. Muchas veces estamos tan ocupados que no buscamos a Dios con el corazón, sino con la cabeza, llena de los problemas del día, y lo que hacemos es quejarnos y, aunque Dios nos escucha con todo su amor y paciencia, la Biblia describe claramente que esa no es la manera correcta de acercarnos a Él, pues el profeta dice que hemos de buscarlo con todo nuestro corazón.
Todos los días le pido a Dios que me renueve el corazón, que no me deje desfallecer ante el mundo, que me levante cada vez que mis pies flaquean y se rinden ante el deslumbrante brillo de la humanidad; más bien, que me haga inmune ante los deseos equivocados de mi corazón, y que todos los días pueda experimentar su presencia y escuchar sus palabras, por muy ocupados que éstos sean.
Esta es mi lucha, y lo seguirá siendo, porque soy una creyente en crecimiento y, como una niña, debo aprender a caminar de su mano, ¡siempre! ¿Puedes identificarte conmigo? ¿Es también tu lucha? Si estás en la misma situación que yo, que no logras buscarlo de todo corazón por estar ensimismada en la rutina diaria, te recuerdo su promesa: lo encontrarás, cuando lo busques de todo corazón. Toma ahora mismo un momento para buscarlo con todo tu corazón y, con toda seguridad, lo hallarás.