El arte del buen vestir

En lo que recuerdo de mi niñez, debo admitir que siempre tuve interés en las prendas de vestir y en mantenerme bien arreglada. Con el paso de los años, este tema siguió llamando mi atención y por esa razón, llegué a interesarme mucho en la moda y en las diferentes prendas que hacían ver elegantes a las mujeres. Quizás no soy yo la única con ese interés y ese gusto, pues todos los días como mujeres necesitamos elegir la ropa que nos vamos a poner. Nos vestimos dependiendo de las actividades que realizaremos en el día; y tenemos en cuenta el clima y los lugares donde vamos a estar. Cuando salimos de viaje alistamos en nuestra maleta prendas que vayan de acuerdo con el lugar al que llegaremos. Si estamos invitadas a una fiesta, nos fijamos en la etiqueta para estar a tono con la celebración a la que vamos.

Desde la caída de Adán y Eva en el Edén, el hombre ha deseado diseñar su propio traje para cubrirse. En el caso de nuestros primeros padres, Génesis 3:7 nos dice que al pecar y ser abiertos sus ojos descubrieron que estaban desnudos y se entretejieron hojas de higuera para cubrirse: he ahí el primer vestido del ser humano. Desde entonces y hasta este momento, la ropa se ha convertido en un artículo de mucha importancia para nosotras las mujeres.

Un día, leyendo mi Biblia, me encontré con una porción que capturó mi atención: “…ahora que se han quitado el ropaje de la vieja naturaleza con sus vicios, y se han puesto el de la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador…  Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto.”

Como pueden darse cuenta, Dios nos habla de la manera en que debemos vestirnos, pues a Él le interesa el tema de la ropa. Es más, es el gran diseñador. En primer lugar, nos dice que antes de estar en Cristo, tú y yo teníamos una ropa que era vieja, que pertenecía a una época antigua y que estaba llena de vicios. Acto seguido, pasa a decirnos que ahora tenemos un ropaje nuevo, que hace parte de una nueva naturaleza con la cual nos parecemos más a nuestro Creador. Y por lo que menciona a continuación, el clóset fue renovado con amor, afecto, bondad, humildad, amabilidad y paciencia. Ahora que estás en Cristo, tienes un nuevo ropero del que puedes disponer todos los días para vestirte de tal manera que tu imagen sea como la del Creador, y así la puedas reflejar a todos los que están a tu alrededor.

Te pregunto: Si te renuevan tu ropero y te cambian tu ropa vieja por ropa nueva, ¿seguirías usando las mismas prendas de todos los días? ¿Usarás las hojas que Adán y Eva se pusieron para cubrirse, o te vestirás con lo que Dios ha diseñado para ti?  Esta es una invitación a la renovación. Echa mano de lo nuevo que Dios te ha dado para vestirte hoy.

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