Pero… ¿por qué vuelvo a hacer lo mismo? La necedad en el corazón

Hace unos años me golpeé fuertemente el dedo pequeño de mi pie y terminó fracturado. En ese tiempo, el médico que me trató me dijo: Nunca camines desprotegida. Pasaron varios años, y varias veces mi dedo se volvió a lesionar. Hace seis meses se lesionó de tal manera que me tuvieron que quitar una articulación, porque no había posibilidad de arreglo. Tuve que pasar por una cirugía y una incómoda recuperación que hasta hoy no ha terminado. Pero me da mucha pena lo que a continuación les voy a decir: sigo caminando sin protección; he sido necia. Al principio cuidé cada paso que di para no lastimarme; pero como me fui sintiendo mejor, empecé otra vez a arriesgarme y a caminar desprotegida.

Lo anterior sólo hace alusión a mi dedo, pero al examinar mi corazón veo la misma tendencia. Quiero caminar a mi manera y sin la protección que me da el Evangelio, es decir, sin las palabras de vida que me guían y ayudan a dirigir mis pasos. El Señor me da instrucciones, pero a veces no las quiero y termino cayendo en los mismos actos pecaminosos que me causan profundos dolores.

La Escritura da respuesta a mi situación por medio de palabras que parecieran difíciles de comprender, pero que son el más claro de los trabalenguas:

Romanos 7:19-25: Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.  Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios  pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. !!Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?  Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. 

¿Qué es este trabalenguas? No es más que la revelación de Dios para mostrarme                                                     que soy una persona con una tendencia natural al mal, debido al pecado. Siempre quiero deleitarme en lo que a Él no le agrada y hacer lo que Él me pide que no haga. ¿Cuántas veces has decidido dar pasos fuera de sus caminos? Ya sea en una relación pecaminosa, en lo que ves con tus ojos, en los pasos que das, en lo que haces con tu cuerpo, en la manera como tratas a otros, entre muchas cosas más.

La buena noticia es que hay esperanza para mi vida y la tuya, si en algo te llegas a identificar conmigo. Si no fuera por Cristo, seriamos las más dignas de conmiseración, como dice el texto: Miserable de mi ¿quién me librará? Nuestra esperanza se halla en quien tiene el poder de limpiarnos de nuestras necedades: Cristo.

Querida mujer, te animo a que busques a Jesucristo y su Palabra, pues ellos son la protección para tus pies. Para mi dedo no hay salida, la articulación ya se perdió. Pero sí la hay para nuestro corazón. ¡Gracias doy a Dios por Jesucristo Señor nuestro, quien nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte!

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