¿Qué hago con mi tristeza?

Muchos afirman que las mujeres vivimos altibajos emocionales con gran intensidad. Entre ellos, pareciera que para muchas de nosotras la tristeza se hubiera convertido en una compañera permanente. Las situaciones difíciles de la vida, nuestro pecado y el pecado de otros nos llevan a una continua tristeza.

La Biblia nos presenta a David, rey de Israel, hombre elegido por Dios, valiente, guerrero, vencedor de un gigante como Goliat, estratega de batallas y victorioso en sus guerras, como un hombre que vivió momentos de profunda melancolía. En el Salmo 55 nos encontramos con un valiente que estaba lleno de angustia y de mucho dolor. El pasaje nos narra la razón de la tristeza del rey: una traición. David fue traicionado por el hombre que lo aconsejaba, su mano derecha y la persona en quien él puso toda su confianza. Este hombre era su mejor amigo con quien estaba unido por una bella amistad y con quien convivía en la casa de Dios (vs. 14).

Tal fue el impacto de esta traición en la vida del rey que lo hizo sentirse abrumado, perdido, desesperado y con deseos de morir. David, ante semejante situación, queda perturbado y al parecer, entra en un círculo en el que sólo ve su dolor y sus circunstancias. Sumido en ellas, se perturba, aterra y experimenta un pánico de muerte que lo lleva a temblar de miedo y a sobrecogerse por el temor a tal punto de querer huir y volar lejos.

En medio de toda esa tormenta de emociones, y por la gracia del Señor, el rey levanta sus ojos para mirar a Dios y clamarle a Él. Es entonces cuando pone su mirada en Dios, que es quien lo escucha, lo protege, lo levanta y sostiene. Su Dios lo salvará y lo rescatará. En ese momento, David lleva toda su angustia a Dios y termina el salmo diciendo: “pero yo en ti confiaré”.

¿Qué hacer cuando llegan los días de profunda melancolía? ¿Estás viviendo noches oscuras en tu vida? ¿Alguna situación o persona te ha hecho sumirte en una profunda tristeza? Tienes la posibilidad de sentarte a ver cuán difíciles son tus circunstancias y tu dolor; o por la gracia de Dios, puedes levantar hoy la mirada a tu Dios y acudir a Él. No hables más con tu angustia y tus circunstancias, habla con tu Dios acerca de ellas y confía que Él te escuchará y te rescatará

 

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