Empieza o termina mi día; después de muchos intentos y fracasos estoy acomodada en mi sillón favorito, en un ambiente acogedor, con un tinto, y la compañía de mi mascota a mis pies. Pienso que hoy sí estaré a solas con el Padre y su palabra. Dios espera que día a día pueda escuchar su voz, sentir su amor y recibir su corrección y dirección para mi caminar.
Empieza nuevamente esa lucha interior, mi mente y corazón dicen: “Señor, te anhelo y necesito”, por otro lado se levanta un torbellino de pensamientos contrarios a mi intención de estar a los pies del Maestro y escuchar su voz; un bombardeo mental me impide empezar en oración, se levanta ese tirano y cruel ídolo, llamado trabajo, (quizá tu debas poner otro nombre:pereza, redes, teléfono, hijos, esposo, iglesia, deporte, cocina….) grita tan fuerte como puede en mi mente y corazón: “¡oye, primero yo, tienes pendiente mil cosas y los días son cada vez más cortos!”. La voz en mi mente y corazón hacen que pierda la perspectiva del encuentro a solas con Jesús; el ladrón, se interpone desplazando a Dios, y termino ansiosa, afanada, angustiada y rendida a él.
¿Te has preguntado, por qué si es la voluntad de Dios ese encuentro personal con nosotras como hijas, y si sabemos la importancia de estar a solas con el Padre, terminamos rendidas ante los afanes y angustias de este mundo? Te invito a reflexionar en dos sentidos:
- Las palabras de Jesús en Juan 10:10 que dicen: “el ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” nos alertan sobre un peligroso ladrón de las bendiciones que podemos encontrar en el consejo de Dios y de todo el bien que recibe nuestra alma al poder ir en arrepentimiento, fe, quebrantamiento y adoración a solas con el Maestro. Quiere matar nuestra confianza en Cristo, su obra redentora y el poder transformador de su palabra; quiere destruir nuestra vida minando nuestra comunión y vida devocional con Dios. El ladrón sabe que todo el consejo de Dios es verdadero y poderoso para mostrarnos el pecado del corazón, volvernos al camino correcto, marcar la senda que debemos transitar y ahuyentarlo de nuestra alma.
- En segundo lugar, Jesús dejó instrucciones claras sobre la oración: Mateo 6:6 “pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta, y ora a tu Padre que está en lo secreto, así tu Padre que ve lo que se hace en secreto, te recompensará”. Somos el Padre y yo, su hija, en intimidad de adoración, de confesión y súplica y luego, su recompensa: su presencia que trae perdón, gozo, paz, fuerza y poder.
Si como yo has estado en tensión entre el anhelo de una vida devocional y el fracaso, te invito a orar conmigo:
Amoroso Padre, a tus pies reconozco hoy todas las luchas, y derrotas que no me permiten entrar en intimidad contigo. Me arrepiento, pido perdón y ruego que tu Santo Espíritu me ayude a caminar hacia una vida de absoluta dependencia tuya y de tu palabra. Amén.