Sobre la cantaleta y otros afanes

Soy una persona tranquila, acepto lo que llega con agrado, entiendo que mi esposo también carga con sus propias luchas y lo apoyo en éstas mientras yo misma pongo mi confianza en Dios… ¡Vaya si quisiera referirme así sobre mí! Pero no hay nada más alejado de la realidad. Honestamente soy inmensamente amada por Dios a pesar de mí: de mi desconfianza, de mi impaciencia, de mi ansiedad. Y muy amada por mi esposo a pesar de la cantaleta.

Aunque no quería reconocerlo he sido insistente, incisiva y cantaletosa cuando he creído que algo debe hacerse de otra forma, cuando creo que soy la autora del “mejor plan” o cuando me he convertido por momentos en una suerte de lupa que es capaz de hacer notar y destacar los defectos de mi marido, como si él mismo no los conociera.

Un día me invitaron a reflexionar un poco más en 1 de Pedro 3. Hay dos elementos en esta porción de la biblia que son una gran “fórmula” para terminar con discusiones, dos instrucciones que funcionan como una llave y que doblegan nuestro corazón y el de nuestros esposos llevándonos a ambos a Dios, humildes y dependientes de Él, como es el propósito del matrimonio.

En el primer versículo del capítulo está la primera de las llaves “… para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas” Destaqué el sin palabra, porque por mucho tiempo desgaté la relación con discursos, disertaciones y argumentos que creía útiles para cambiar una decisión, un plan a seguir o un comportamiento. La biblia nos dice que aún los incrédulos serán ganados por nuestra conducta y no por nuestras palabras. Y esa conducta nuestra será el reflejo de nuestra relación con Dios en total dependencia, porque seamos honestas, ¡qué poco conseguimos en nuestras fuerzas!

Y la segunda, está en el versículo 5: “…porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos”. Esta segunda parte nos invita a estar sujetas, a ser ayuda, pero no confiando en un pobre hombre pecador como nosotras, sino en Dios, y para Dios nada es imposible. Así que confiadamente podemos vivir en total dependencia de Él, que quiere lo mejor para nosotras y no nos dejará jamás.

Si estamos pasando por una situación difícil de pareja, si estamos inconformes con nuestra relación o creemos que el comportamiento de nuestros esposos no es el adecuado, no son la cantaleta, los alegatos o las palabras mordaces las que cambiarán las circunstancias, solo la total y completa dependencia de Dios, nuestra confianza puesta en Él y el fruto de nuestro encuentro con su palabra y una vida de oración. Si te estás preguntando ¿por qué tenemos que comenzar nosotras poniendo sobre la mesa estos esfuerzos? No te preocupes, un par de versículos más adelante hay instrucciones muy claras para los esposos, y créeme, no tienen una tarea fácil… Pero alguien tiene que empezar.. ¿por qué no tu?.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Carrito de compra
Scroll al inicio