Tengo 26 felices años de casada, por la gracia de Dios; sin embargo, en los últimos dos han llegado a nuestro matrimonio de manera inesperada situaciones de diversa índole que han causado profunda tristeza y dolor en el corazón: la muerte de mi suegra; pérdidas de trabajo, de salud, materiales, y relacionales; y cambios en nuestros roles habituales, que han hecho que por momentos nuestras compañeras de camino sean la ansiedad y la desesperanza. En medio de este torbellino emocional me preguntaba ¿cómo cumplir el rol para el que fui creada al ver a mi esposo en medio de preocupaciones y angustias, en las que yo también estaba sumida? ¿Quién podría guiarme, animarme y fortalecerme? Y recordé entonces la maravillosa afirmación que Simón Pedro hizo respondiéndole a Jesús en Juan 6:68: “¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida”.
¿Cómo no buscarlo a Él en medio de la sensación de muerte que nos rondaba y en medio de situaciones que parecían sin salida? Al buscarlo encontré la oración de Jesús al Padre antes de sufrir la muerte en la cruz que nos narra Mateo 26:36-46 y aprendí que la intimidad con el Padre, aunque sin respuesta, fue la que fortaleció al Hijo de Dios en uno de los momentos más difíciles de su existencia, cuando sus discípulos se durmieron mientras Él angustiado les abrió su corazón esperando su apoyo y se enfrentaba al trago amargo de la muerte, pero se postró reverente y se entregó a la voluntad del Padre. Jesús clamó a su Padre y aunque la situación no cambió, su corazón respondió en obediencia.
Yo estoy aprendiendo que el encuentro íntimo con mi Padre es el que puede hacer de mí una adecuada compañera de vida. Que, aunque venga el silencio aparente o un no por respuesta, la intimidad con Él me da la fuerza para vivir hasta las pérdidas con esperanza y sometiendo mis planes a su voluntad. Hoy varias de las circunstancias en nuestra vida no han cambiado pero mi corazón está fortalecido y confiado en aquél que prometió sustentarme aunque ya peine canas (y esas bajo mi tintura ya las estoy peinando).
Te pregunto a ti mujer: ¿crees que has podido cumplir con el propósito de Dios al crearte como una compañera adecuada? ¿A quién has recurrido en los momentos de mayor angustia? ¿Ha sido el Señor tu fortaleza para sostener los brazos de tu esposo en momentos de incertidumbre?
Te animo para que en momentos de desesperanza y dolor pongas tu confianza en el Señor. Busca sus palabras de vida, porque solo Él te dará la fuerza para vivir cualquier desafío al que te tengas que enfrentar y te equipará para ser esa ayuda idónea que Él ha planeado que seas y que a tu esposo le urge tener.